2 de octubre de 2012

Amor


¿Y si éramos como Romeo y Julieta, que lo arriesgaron todo demasiado pronto?
Entonces me recordé sentada en aquella misma biblioteca con Lucas, cuyos cabellos bañados con la luz que se colaba por la vidriera parecían de bronce. Lo recordé contándome cómo había huido de casa cuando solo tenía cinco años, llevando un paquete de Oreo y un tirachinas. Nos recordé probándonos anticuadas prendas en la tienda de ropa usada de Riverton y coqueteando en el cenador, y recordé la primera vez que nos besamos.
Lo recordé diciéndome que me quería aunque fuera un vampiro, aunque le hubieran enseñado a odiar a los vampiros desde que nació. Y lo recordé tendido debajo de mí, arqueando el cuello para que se lo pudiera morder, ofreciéndome generosamente su sangre.
Aquello no era enamoramiento, era amor. Si algo tenía claro, era eso.

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