21 de enero de 2010

Julian, Capitulo 2

CAPITULO 2
El ranchito


Y así fue, el primer día de clases, recién comenzado el liceo. Un poco raro por el hecho de tener tantos profesores y por los recreos tan cortos pero, en fin, fue un día bastante normal comparado con otros a lo largo del año. Como por ejemplo, aquel día que fuimos a la estancia de una de las profesoras a las tres semanas de haber empezado las clases. Nos quedamos a dormir y todo, además, recién nos estábamos conociendo y quedarnos a dormir era un reto para todos. Cuando llegamos (después de dos horas arriba un micro que ni baño tenia) vimos una casita de piedra re chiquita en la que obviamente no entrábamos los veinticinco. Bajamos del micro y nos quedamos ahí parados con los bolsos en la mano, mirando alrededor por si veíamos alguna otra construcción mayor, pero no había ninguna. Definitivamente eso no era una estancia, sino un ranchito diminuto al que la profe vendría los fines de semana. En cuanto abrió la puerta para que dejemos los bolsos adentro sentimos un olor a humedad terrible, nos habíamos equivocado: la profe no venia nunca.
-Bienvenidos a mi estancia, chicos – dijo la profe.
Dejamos los bolsos arriba de unos sillones y salimos lo más rápido que pudimos porque el olor no nos dejaba respirar. Los varones nos pusimos a jugar al fútbol en el terreno de en frente, mientras las niñas fueron al fondo a explorar los alrededores.
De repente escuchamos un grito y vimos asombrados a todas las chicas corriendo hacia nosotros con cara de espanto. Pero no venían solas, detrás de ellas, persiguiéndolas, había ¡UN AVESTRUZ! Los dos profesores ni se habían percatado de lo sucedido pues estaban hablando con el chofer para acordar la hora en que nos vendrían a buscar. Las chicas ya nos habían alcanzado y nos obligaron a correr ya que el avestruz amenazaba con picotearnos a todos.
-¡Vamos al rancho! – sugirió Martín.
-¡Buena idea! – le respondió Jerónimo
Y así todos fuimos corriendo, al ranchito de cuatro paredes con olor a humedad, perseguidos por un avestruz. En cuanto Matías, que era él más rápido, abrió la puerta todos nos apretujamos para entrar, y lo hicimos justo a tiempo porque en cuanto Graciela cerro la puerta tras haber entrado sentimos el golpe del avestruz golpeándose contra la esta.
Todos reímos de puro nervio y por la ventana vimos que el animal se alejaba dejando algunas plumas en el camino. Salimos lo más rápido que pudimos ya que no podíamos respirar.
-¿Se puede saber que corno le hicieron a ese avestruz? ¿Por qué las persiguió? – pregunto Lucas después de que nos sentáramos en el pasto.
-Es que... – empezó a decir Alejandra
-Lo que pasa es que le robamos el huevo del nido – se adelanto Laura sacando un enorme huevo de avestruz de su mochila y estirando el brazo para que todos lo vieran.
-Es grande – comento Mariana
-Grande no, ¡enorme! – dijo Agustín
-¡Con eso comemos una semana! – dijo el angurriento Gastón comiendo una galletita.
-¡Hay no! Pobrecito el pajarito – lo contradijo Luciana
-Muy pobrecito el pajarito pero la madre casi nos mata a picotazos. – exclamo Agustín
-Hay que conservarlo – sugirió Eugenia
-Si, si ¿y donde piensas meterlo? – dijo Manuel
-Lo tenemos como mascota de la clase. – contesto Sofía
-¡Hay que buena idea! Y todos los días se lo lleva alguien a su casa – exclame con ironía.
-Sí, sí dale. Hacemos eso. – Dijo Soledad
-Era en broma, nena – le dije
-Pero igual lo podemos hacer – me respondió
-¿Y cuando crezca donde lo metemos? – pregunto Nicolás
-Y... cuando crezca lo devolvemos a la naturaleza... – sugirió Pamela – total ¿qué puede pasar?
-¿Y que comen los avestruces? – pregunto Daniel.
Ahí si, todos nos quedamos callados. No teníamos la menor idea de lo que comía un avestruz, ni que tipo de necesidades tenia.
-Mejor lo devolvemos al nido – dijo Pía y todos estuvimos de acuerdo.
Luego de discutir un rato, acordamos que iríamos todos a llevar el huevo, pero que fuera Matías a colocarlo en el nido, porque era él más rápido. Y ahí fuimos los veinticinco caminando lento hasta el nido del avestruz. En cuanto Matías puso el huevo en el nido todos salimos corriendo, pero no fue necesario ya que el avestruz, que no estaba en el nido en ese momento, se acerca a este y luego lo empolla. Nos quedamos observando esa escena por largos minutos hasta que la profe nos llamo para decirnos que no nos acercáramos a él porque nos podía corretear para picarnos. En cuanto lo dijo todos echamos a reír, mientras la profe nos miraba con cara de no entender nada.
El resto del viaje no fue tan divertido como esa experiencia, pero como eso nos unió tanto la pasamos mejor que si no la hubiéramos tenido.

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